30- ILUSIONES

Hace unos días, tomándome un Macallan 18 con un íntimo amigo, surgió, para mi sorpresa, el tema de su ex-novia, que había sido tema tabú durante mucho tiempo. Bueno, en realidad no surgió, mi amigo lo sacó deliberadamente, ya que yo le estaba explicando la relación que existe entre la expansión de los agujeros negros en la galaxia M81 y el viento que pega al atardecer en la isla de Santa Clara. Justo cuando estaba en la mitad de mi interesante teoría, mi amigo me cortó y me dijo: “El problema con Samanta (nombre ficticio) fue que no era la mujer de mi vida, sino la mujer de mis sueños”. Interesante. Sí, yo también pensaba que eran lo mismo pero, al parecer, no lo son. Le miré extrañado y no le dije nada. Entonces, empezó a explicarme cómo, tras pocos meses, decidieron dejar la relación, al descubrir que no era simplemente una relación más. Eran dos personas hechas realmente el uno para el otro. El tipo me dijo que no necesitó más que esos pocos meses para tener claro que nunca encontraría a nadie como ella. Me contó que incluso le asustaba lo perfecta que era ella para él y lo perfecto que era él para ella. Y que, evidentemente, eso era algo que ninguno de los dos podía soportar. Tras pensarlo varios minutos, no me quedó otra que levantarme del asiento y empezar a aplaudirle. Joder, había sido una decisión brillante. Le dije que era un autentico genio, un adelantado a su tiempo. La verdad, tiene mucho sentido actuar de esa manera. Hay que ser un autentico erudito y sobre todo tener mucha sangre fría para conocer a la mujer de tus sueños y decidir que no quieres arriesgarlo todo. Con todo, me estoy refiriendo a la ilusión que se tiene de poder llegar a ser feliz con una persona algún día, que es algo con lo que la mayoría de la gente (me incluyo) negocia y no debería. Pensé que ojala hubiese hecho yo lo mismo con las mujeres a las que en su momento conocí, posteriormente descifré, después amé, más tarde desatendí, luego ignoré y por último olvidé. El tipo había entendido lo que era el amor; no arriesgarse a descubrir si realmente existe o no, pero tener la ilusión de que existe. Es un buen truco. Es parecido a lo que ocurre con la vida en general; lo que nos hace felices no es la felicidad en sí, ya que realmente no sabemos muy bien cómo valorarla ni calcularla, lo que nos hace felices es tener la ilusión de pensar que algún día llegaremos a serlo o que tenemos bastante claro lo que hay que hacer para conseguir serlo. Le pregunté si seguía teniendo contacto con Samanta. Me dijo que sí, que de vez en cuando hablaban y que, sorprendentemente, incluso habían llegado a plantearse el darse otra oportunidad. Es algo que se deben. Yo le dije que era una locura intentarlo. Que habían llegado muy lejos como para rendirse ahora. Le advertí, como él bien sabía, que descubrir que la mujer de tus sueños es exactamente igual que todas las demás, simplemente terrenal, es realmente duro. Le dije que ya no tendría margen para creer en nada más. Que ya no tendría salvación. Le aconsejé que estuviese tranquilo y no hiciese ninguna tontería. Al final, todo el mundo se acaba conformando con alguien menos mágico. Y es algo normal, ya que las decepciones con esa otra persona son algo superable. Es un sano equilibrio. Tu vida y tus sueños. No te atrevas a mezclarlos.

Posdata: Busca una explicación hasta que te convenza.