31- IN DA CLUB

Dicen los sabios que la suerte es cuestión de buscarla, pero qué sabrán ellos de lo que sintió este principiante al enfrentarse a las órdenes de un director consagrado como Diestro Shady. La idea de no poder estar a la altura del remake de ‘Amor al Contado’ me paralizó el primer día de rodaje. Apuré el cigarrillo del descanso, sequé el sudor frío de las ingles e intenté acordarme de las técnicas del libro de autoayuda que me dio mi madre por navidades. Todo lo que quieres está al otro lado del miedo, logré acordarme abriendo la puerta del hotel Astoria. Divisé el ascensor al fondo, saludé a Sven, el eléctrico, con una frívola sonrisa, arrastré mis piernas un par de pasos y hundí mi mano izquierda en los genitales, estirando mi pene empequeñecido por el miedo al fracaso. La recepcionista me esbozó una semiluna con sus labios. Ella también parecía controlar a la perfección la mueca que le brindé al genio de las luces. Saqué la mano de los calzoncillos y la alcé en su dirección como gesto de complicidad. La mujer bajo la mirada y enseguida comprendí que en periodo de recesión era demasiado pedir que me correspondiera al saludo en un hotel de cuatro estrellas. Nadie se quiere jugar el trabajo por un error de protocolo, Ren y menos por un puto principiante como tú, me castigué. Fue entonces cuando decidí sustituir el prestigioso libro de Jack Canfield por un trago de Jack Daniel’s en la cafetería del lujoso Hotel. Avisté con remordimiento el ascensor que me elevaría al set de rodaje ubicado en la suite del 4º piso. Maldita educación católica que me dieron… me descojoné farfullando. Me sequé por última vez el sudor de las ingles y me saque la mano para despedirme de la recepcionista.

¡Que le jodan a Diestro y su perfeccionismo!, pensé adentrándome en la cafetería como ‘50’ in da club, con el cuello alto, los hombros bien atrás, moviendo los brazos en péndulo y arrastrando las piernas bien abiertas para prevenir el roce en las ingles. “And you know we don’t give a fuck it’s not your birthday”, balbuceé apresurándome a la barra sin reparar a las miradas de asco del ejercito de jubilados. El más valiente me recriminó que le recompensara por haber derramado el maldito poleo menta de su mujer al apoyar el codo cual ‘boss’ en la barra. Fruncí el ceño mordiéndome los carrillos, dejándole claro quién era el macho alfa de la manada. El viejo carraspeó un par de insultos y ahuecó el ala sin rechistar, defendido por su mujer. La camarera me acercó el lingotazo, mojé los labios y exhalé un sonido sosegado de placer tipo “aaahh”, subiendo la cabeza en diagonal a la derecha. Joder con la camarera, que buena está, fue lo siguiente que recuerdo. En serio te digo, era una diosa de ébano. 1,70 de lujuria, labios carnosos, pelo corto teñido de rubio y una sonrisa que en un interrogatorio te haría decir que fuiste tú quien mató al puto Kennedy. ¿Me entiendes, no? Sabía que tenía que decirle algo a la mulatita de mi corazón. Me arme de valor y, cuando me iba a cobrar el whisky, la cogí del brazo, suave pero firme, y la acerque hacia mí, mientras la otra mano se aventuraba a acariciar la piel tostada de su cara. Joder, era suave de cojones tío, como cuando te echas 6 o 7 pajas seguidas por no poder dormir y te echas esa puta crema Nivea para aliviar el dolor. Ese tipo de suavidad, ¿me entiendes? La cosa es que la chica reaccionó de una manera positiva. Me guiñó un ojo y me indicó que terminaba a las 7. Yo espeté que la esperaría a la salida, le dije que vivía al lado, en Carlos I, y que la esperaría. Miré el reloj. 18:26. Me acordé de que Susana estaba fuera por unos días y se había llevado a los hijos. Se iluminó mi cara. Debía ir a arreglar la casa para la esperada visita. Le dejé mi número de teléfono, le indique la dirección y me despedí besando con cautela su mano. Un hombre verdadero se descubre en los pequeños detalles.

Arreglé la casa e invertí el resto del tiempo seleccionando la banda sonora de nuestra futura velada. ‘Again’ de Lenny Kravitz, ‘Fistful of Love’ de Antony and The Johnsons… Ya sabes todo ese rollo cómo va. Llegó a las 19:18 y esos 18 minutos se me hicieron más largos que a los judíos la llegada del mesías. Abrí la puerta, la abalancé hacia mí y me empalmé cuando su lengua juguetona hizo contacto con la mía. La apreté de las nalgas contra mi polla, dejé que su coño prieto se rozará con mi glande, la aparté para comer su cuello e introduje mi dedo índice en su cavidad oral forzándola a que bajara a la altura de mi ya no tan pequeño pene. Me desabrochó con sigilo inclinando la cabeza hacia arriba y mirándome fijo a los ojos mientras se mordía el labio lujuriosa y…

-Pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi… Sonó el puto despertador así sin más. Sin previo aviso. Te la creas o no esa es la razón por la que llego 2 horas tarde al tajo, jefe. Ya sé que me tienes dicho que olvide esa mierda de ser actor, pero a veces me persigue en sueños...

-No me mires así hombre, no volverá a suceder… Por cierto, Susana me ha dicho que los niños quieren ir de excursión con los abuelos. ¿A las siete te viene bien, suegro? Así Susi y yo aprovecharemos para darnos unos arrumacos. ¿Ya me entiendes, no?

-¿Suegro, por qué estás tan rojo?

Postdata: La vida es sueño, y los sueños, sueños son.