Hace unos días, un viernes noche para ser exactos, un colega
y yo, viendo que era una noche bastante soft (lo viejo estaba vacío),
decidimos ir al Garagar. El Garagar es uno de esos bares para estar sentados, "de lasai", y conocer gente adulta. Hablar con gente 10-15 años mayor que tú te
hace reflexionar sobre muchas cosas. Resulta que estando ahí sentados,
tomándonos unos licores, un par de mujeres se sentaron en nuestra mesa. Sí,
mujeres. Debían tener unos 40. No lo preguntamos. Estuvimos bebiendo y charlando
durante un buen rato. Ellas nos contaros cómo les iba el curro (una estaba en
el paro), qué bares solían frecuentar y la de niñatos que hay por Donosti. Y
nosotros les contamos cómo nos iban las clases (mi amigo es "ni-ni"), las
discotecas que solíamos frecuentar y la de "maduritas" que hay por Donosti. La
cosa se calentó (en el buen sentido de la palabra) cuando una de ellas empezó a
hablar sobre su hijo. Premio. Hay dos frases que hacen que un hombre se ponga
como una moto cuando las escucha: “soy millonaria” y “soy madre” (aka mami).
Desde aquel momento, mi colega y yo empezamos a segregar mucha más testosterona
de lo normal, mientras "la mami" seguía bebiendo más alcohol de lo normal. "La
mami" nos estuvo contando que estaba harta de su matrimonio pero que, mientras
su hijo no tuviese edad suficiente como para entender una ruptura, no pensaba
dejar a su marido. También nos contó que su marido pasaba mucho tiempo fuera y
que ella aprovechaba esas situaciones. Sí, mi amigo y yo íbamos a explotar. Al
poco, la amiga de "la mami", viendo que nadie le estaba haciendo ni puto caso,
nos preguntó a ver si alguien le acompañaba a coger un taxi. Mi colega y yo le
miramos con tanta indiferencia que "la mami" decidió intervenir. Le dijo a mi
colega que mejor se fuese con su amiga, ya que por aquí se iba a aburrir
bastante. Mi colega se despidió de mí educadamente y se marchó con la amiga. A
los cinco minutos me llego un mensaje. Uno de esos mensajes que te hacen sentir
que eres el rey: “Que hijo de puta”. Le pregunte a "la mami" a ver si le
apetecía tomar otra copa. Me dijo que sí, pero que mejor la tomábamos en su
casa. A la mañana siguiente me desperté a su lado. En menos de cinco minutos me
echó (de buenas maneras) de su casa. Antes de que cerrara la puerta, le dije
que nunca había estado con una mujer casada. Me dijo que probablemente sí, pero
que las anteriores no me lo habían dicho. Me contó que ella llevaba años haciéndolo.
Que, como buena gente que era, prefería hacer feliz a muchas personas en vez de
solo a una. Y que, a su vez, eso le hacia feliz a ella. Una teoría que me
pareció curiosa. Le supo buscar trucos a la rutina. Volví a casa pensando en
que toda relación tiene una fecha de caducidad y en lo bonito que eso me
parecía. Desgraciadamente mi novia no entendió eso de que hacer felices a
muchas personas es mejor que hacer feliz solo a una y me echo de casa. Menuda
egoísta.
Posdata: Compartir es sufrir.