Este fin de semana, el sábado concretamente, estuve en el Casino Kursaal.
Y todo lo que me habían contado era cierto, no es solamente un casino. No, no
es solo un sitio donde puedes creerte un pez gordo cambiando 20 euros en
fichas, pedirte un "Hennessy on the rocks" y ver como algún pobre diablo pierde
los ahorros de la universidad de su hijo mientras vuelve a llamar a su mujer,
diciéndole que la cena de empresa se está alargando, pero que llegará a casa en
cuanto se acabe. Y tampoco es Chinatown, pese a la cantidad de asiáticos que
suele haber por ahí. Es mucho más que todo esto. Pero hay que saber a que piso
ir, esa es la clave. Al entrar, y pese a lo atractivo que pueda parecer perder
mucho dinero en poco tiempo, no debes subir al piso de arriba, porque no
volverás a bajar, al menos con la misma cantidad de verdes y de dignidad con la
que subiste. El secreto esta en el piso de abajo, donde se encuentra la mejor
discoteca de Donosti. Nada mas cruzar la puerta (no cobran entrada) tuvimos la
primera sorpresa, ya que no sabíamos que el IMSERSO, además de económicos
viajes, organizase visitas guiadas a este lugar. La segunda sorpresa me llegó al
pedirme un Jack Daniel’s con Pepsi, al probarlo me pareció estar bebiendo
enjuague bucal. Le pedí explicaciones a la camarera y me dijo que lo sentía
mucho, que, por costumbre, a los ancianos, pidan lo que pidan, se les saca una
bebida proteica con nutrientes y vitaminas, para evitar cualquier susto, ya que
los desfallecimientos suelen ser habituales. La chica me cambió la copa y
ningún problema. Mis amigos y yo nos lo estábamos pasando en grande. Es una
discoteca que te ofrece mucho. La edad de la gente que esta ahí genera temas
muy curiosos de conversación. Decidir si aquella cuadrilla de mujeres esta ahí
porque es una despedida de soltera o porque han tenido funeral de una ellas, si
la rubia platino que anda perreando por la pista es todavía una MILF o ya es una
granny, si el ojo de aquel tipo es de cristal o no, etc. Todo muy bonito y
especial. Hacia las cinco, un tipo de edad muy avanzada empezó a moverse de
forma muy frenética y la gente, pensando que el hombre estaba recordando viejos
tiempos, le hizo un corro. Sonaba el potentísimo ‘Dont Stop Till You Get
Enough’ de Michael Jackson y el tipo parecía sincronizar sus pasos con el tempo
de la canción. La gente lo estaba dando todo; pastillitas azules, olor a viejo
y mucho descontrol. Dos minutos después el tipo se cayó al suelo. El personal
sanitario que apareció al rato nos corto el rollo y nos acabamos yendo. Pero
nos fuimos muy felices a casa. Felices y tranquilos. Antes de conocer ese lugar
tenía algo de miedo a envejecer, miedo a envejecer solo. Ahora creo que se
puede estar toda la vida igual, igual de bien. No importa que ya tengas 50 o 60
años, podrás seguir haciendo lo mismo. Podrás ir al casino los viernes y los
sábados, tomarte unos chupitos de aguardiente y darlo todo hasta que amanezca.
Lo repito, no es solo un casino. Es un lugar donde las viejas glorias dejan de
ser viejas por un rato. Un lugar para románticos. Si cualquier tiempo pasado fue
mejor, habrá que intentar repetirlo, ¿no?
Posdata: No me llames Lola, llámame Dolores.