Hace poco, estando con las amigas de mi novia, tuve la
oportunidad de presenciar una conversación donde cada una de ellas comentaba
que cosas eran las más valiosas en su vida. Una de ellas dijo, sin dudarlo, que
la familia era lo más importante en el mundo. Otra comento que las amistades,
otra dijo que la pareja, etc. Lo curioso fue que todas, incluyendo mi novia, se
quedaron mudas cuando una de ellas dijo que el perdón era lo más importante en
este mundo. Todas se sorprendieron ya que, al parecer, la que lo dijo no era
propensa a hacer putadas ni maldades, sino todo lo contrario, destacaba por
ser una buenísima persona incapaz de hacer daño a una mosca. Las amigas,
sorprendidas de que pudiera ser lo que remordía su conciencia, le preguntaron a ver que había hecho. Entre lágrimas dijo que le daba mucha vergüenza contarlo
y ahí se acabó la conversación. Nadie dijo nada.
Resulta que, aunque ella creo que ni se acordaba, yo ya conocía a esa
chica. Estuvo a punto de volverme loco. Hace unos tres años, un viernes noche,
se acercó a mi, muy perjudicada por el alcohol, y me dijo que hacia tiempo que
le gustaba, que le atraía muchísimo. Me dijo que quería llevarme a su casa y
que quería empezar a salir conmigo. Que le veía futuro a lo nuestro. Todo
aquello me sorprendió bastante ya que hubiera jurado que nunca nos habíamos
visto anteriormente. Ocurrió que sus palabras y sus promesas hicieron muy bien
su trabajo y ese día acabamos en su casa. Pese a mis veinte llamadas diarias,
no supe nada de ella hasta tres fines de semana después, que la volví a ver en
el mismo bar y con los mismos grados de alcohol en sangre que la última vez.
Cuando le pregunté a ver que estaba pasando, que por qué no respondía a mis
llamadas, me respondió que lo sentía, que había estado dándole vuelta pero que sus sentimientos
estaban claros. Me dijo que me quería. Esas palabras tan biensonantes volvieron
a meterse en mi cabeza y volví a ver su cara bañada por los primeros rayos del
sol. Naturalmente, volvió a pasar de mí, cancelándome citas a última hora y
diciéndome que se iba fuera cuando no era verdad. Decidí pasar de ella pero no
pude. La historia se repitió durante muchos meses. Yo le dejaba utilizarme y
ella lo hacía. Solo quedábamos para follar y solo cuando ella quería. Nunca tomamos un café, ni dimos un
paseo, ni un viaje. Nada. Pasó tantas veces que, involuntariamente, acabé muy
pillado. Se lo conté y definitivamente la perdí. La seguí viendo de vez en
cuando, vendiendo amor a diferentes tipos en los bares de la parte vieja. Ese
era su juego. Todo valía con tal de echar un polvo.
Curiosamente, la ahora amiga de mi novia, si se acordaba de
mí y días después me llamó. Me pidió perdón por todo lo que me hizo. Me dijo
que se arrepentía mucho de haberse aprovechado de mí. No me quedó más remedio
que aceptar sus disculpas y desearle lo mejor. Me dijo que a veces es
complicado darse cuenta que echar un polvo es cosa de dos. Que no significa lo
mismo para las dos personas. Que mientras tú estas esperando que se vista, que
se vaya y no volverle a ver en mucho tiempo, él esta pensando en tomar un helado
contigo esa misma tarde y en tu regalo de cumpleaños. Y que por muy caliente
que estés, un "me gustas mucho", un "quiero conocerte" o un "hacia mucho que no
sentía esto por nadie", son frases demasiado bonitas como para regalarlas por un
polvo de quince minutos que no va a significar nada. Me dijo que es mejor
guardarlas, que sino pierden valor. Una persona no debería pensar que es
especial para alguien cuando el único objetivo de ese alguien es follar. No es
necesario tener que vender nada por un poco de sexo. Yo le dije que si somos
egoístas para todo lo demás, esto no debería ser una excepción.
Posdata: Te "pendono".