14- MONTAÑA RUSA

Los estados de ánimo son como las mujeres, muy difíciles de entender. Este domingo me encontré con dos amigos y les pregunté que tal les fue el sábado por la noche. Uno me dijo que fue de las mejores farras de su vida. El otro me dijo que al llegar a casa estuvo a punto de cortarse las venas. Me sorprendió bastante ya que, siendo los dos de la misma cuadrilla, sus noches tuvieron que ser bastante parecidas. Seguí con las preguntas y, efectivamente, los dos habían hecho lo mismo: Litros en un local, Arkaitzpe, Arraun, Aker y Etxekalte (todos muy buenos lugares). Todo se aclaró cuando les pregunté a ver si alguno "pilló". Uno me dijo que conoció a una tal Sheila y que tenía su numero de teléfono, pero que iba a esperar unos días antes de llamarle (bien pensado). El otro me dijo que estuvo hablando con una chica de Cabo Verde y que se lo pasaron como nunca (habría que preguntarle a ella), pero que de repente se fue. La única diferencia fue esa. Uno se fue a casa con un número de teléfono (al escribir esto ya me había enterado de que era falso) y el otro, no. Un insignificante número de teléfono era la diferencia entre ellos ese domingo por la mañana, y uno iba con una sonrisa de 'me acaba de tocar la lotería’ y el otro tenía la típica cara de ‘me acaban de dar tres meses de vida’. Un número de teléfono. Una posible cita. Nada más. Seguramente uno pasó una semana muy agradable y al otro le salió todo mal. De ahí, la importancia de intentar controlar lo incontrolable; El estado de ánimo. Como dicen en una de mis películas favoritas: “Hay que controlar las sonrisas y las lagrimas, porque es lo único que tienes y nadie puede quitártelo”. No ganas nada dándole vueltas a algo que no esta en tu mano. El tema de las señoritas que dan números falsos lo tocaremos otro día. (Si me dieran cinco centavos por cada…)

Posdata: Jodidos genes.