7- NUEVO AÑO, VIEJAS GLORIAS

Cada enero comienza igual para casi todo el mundo; con propósitos, con ilusión, con ganas,… pero, sobretodo, con arrepentimiento. Arrepentimiento por los errores del año anterior y por no cumplir ninguna de las promesas que nos hicimos a nosotros mismos 365 días antes. Supongo que vivir a muy corto plazo es lo que más sentido tiene. Nada de metas. Fuimos los primeros en llegar al ovulo, los deberes están hechos. Además de vencer aquella carrera y de atribuirnos vilmente a nuestra persona alguna hazaña maravillosa e increíble, nuestra existencia se recordara (¿?) por cualquier cosa menos por ser memorable. Mejor tenerlo claro. Este fin de año fue casi igual de especial que el anterior. Ya sabéis, progresivamente se va perdiendo algo de magia. La parte vieja estaba llena de gente, no se podía entrar a casi ningún bar (de los molones), se me olvidó la petaca en casa y, las únicas dos chicas a las que considero especiales, no se acordaron de mi nombre cuando me felicitaron el año nuevo. ¿Creéis que me fui pronto a casa? Pues no. Y no porque me guste flagelarme, que también, sino porque estar de farra con mi familia voluntaria es, lúdicamente hablando, lo mejor que existe en este mundo. Y, como de cada farra yo saco una moraleja, de esta nochevieja diré esta: “No pierdas la calma hasta que, realmente, te toque perderla”. Esta conclusión llegó tras ver amanecer y un bombardeo por saturación, en forma de mensajes telefónicos. ¿Feliz 2014?

Posdata: ¿Esto no era un blog de bares?