Dicen los sabios que la suerte es cuestión de buscarla, pero qué sabrán
ellos de lo que sintió este principiante al enfrentarse a las órdenes de un
director consagrado como Diestro Shady. La idea de no poder estar a la altura
del remake de ‘Amor al Contado’ me paralizó el primer día de rodaje. Apuré el
cigarrillo del descanso, sequé el sudor frío de las ingles e intenté acordarme
de las técnicas del libro de autoayuda que me dio mi madre por navidades. Todo
lo que quieres está al otro lado del miedo, logré acordarme abriendo la puerta
del hotel Astoria. Divisé el ascensor al fondo, saludé a Sven, el eléctrico,
con una frívola sonrisa, arrastré mis piernas un par de pasos y hundí mi mano
izquierda en los genitales, estirando mi pene empequeñecido por el miedo al
fracaso. La recepcionista me esbozó una semiluna con sus labios. Ella también
parecía controlar a la perfección la mueca que le brindé al genio de las luces.
Saqué la mano de los calzoncillos y la alcé en su dirección como gesto de
complicidad. La mujer bajo la mirada y enseguida comprendí que en periodo de
recesión era demasiado pedir que me correspondiera al saludo en un hotel de
cuatro estrellas. Nadie se quiere jugar el trabajo por un error de protocolo,
Ren y menos por un puto principiante como tú, me castigué. Fue entonces cuando
decidí sustituir el prestigioso libro de Jack Canfield por un trago de Jack
Daniel’s en la cafetería del lujoso Hotel. Avisté con remordimiento el ascensor
que me elevaría al set de rodaje ubicado en la suite del 4º piso. Maldita
educación católica que me dieron… me descojoné farfullando. Me sequé por última
vez el sudor de las ingles y me saque la mano para despedirme de la
recepcionista.
¡Que le jodan a Diestro y su perfeccionismo!, pensé adentrándome en la
cafetería como ‘50’ in da club, con el cuello alto, los hombros bien atrás,
moviendo los brazos en péndulo y arrastrando las piernas bien abiertas para
prevenir el roce en las ingles. “And you know we don’t give a fuck it’s not
your birthday”, balbuceé apresurándome a la barra sin reparar a las miradas de
asco del ejercito de jubilados. El más valiente me recriminó que le
recompensara por haber derramado el maldito poleo menta de su mujer al apoyar
el codo cual ‘boss’ en la barra. Fruncí el ceño mordiéndome los carrillos,
dejándole claro quién era el macho alfa de la manada. El viejo carraspeó un par
de insultos y ahuecó el ala sin rechistar, defendido por su mujer. La camarera
me acercó el lingotazo, mojé los labios y exhalé un sonido sosegado de placer
tipo “aaahh”, subiendo la cabeza en diagonal a la derecha. Joder con la
camarera, que buena está, fue lo siguiente que recuerdo. En serio te digo, era
una diosa de ébano. 1,70 de lujuria, labios carnosos, pelo corto teñido de
rubio y una sonrisa que en un interrogatorio te haría decir que fuiste tú quien
mató al puto Kennedy. ¿Me entiendes, no? Sabía que tenía que decirle algo a la
mulatita de mi corazón. Me arme de valor y, cuando me iba a cobrar el whisky,
la cogí del brazo, suave pero firme, y la acerque hacia mí, mientras la otra
mano se aventuraba a acariciar la piel tostada de su cara. Joder, era suave de
cojones tío, como cuando te echas 6 o 7 pajas seguidas por no poder dormir y te
echas esa puta crema Nivea para aliviar el dolor. Ese tipo de suavidad, ¿me
entiendes? La cosa es que la chica reaccionó de una manera positiva. Me guiñó
un ojo y me indicó que terminaba a las 7. Yo espeté que la esperaría a la
salida, le dije que vivía al lado, en Carlos I, y que la esperaría. Miré el
reloj. 18:26. Me acordé de que Susana estaba fuera por unos días y se había
llevado a los hijos. Se iluminó mi cara. Debía ir a arreglar la casa para la
esperada visita. Le dejé mi número de teléfono, le indique la dirección y me
despedí besando con cautela su mano. Un hombre verdadero se descubre en los
pequeños detalles.
Arreglé la casa e invertí el resto del tiempo seleccionando la banda
sonora de nuestra futura velada. ‘Again’
de Lenny Kravitz, ‘Fistful of Love’ de Antony and The Johnsons… Ya sabes
todo ese rollo cómo va. Llegó a las 19:18 y esos 18 minutos se me hicieron más
largos que a los judíos la llegada del mesías. Abrí la puerta, la abalancé
hacia mí y me empalmé cuando su lengua juguetona hizo contacto con la mía. La
apreté de las nalgas contra mi polla, dejé que su coño prieto se rozará con mi
glande, la aparté para comer su cuello e introduje mi dedo índice en su cavidad
oral forzándola a que bajara a la altura de mi ya no tan pequeño pene. Me
desabrochó con sigilo inclinando la cabeza hacia arriba y mirándome fijo a los
ojos mientras se mordía el labio lujuriosa y…
-Pi-pi-pi-pi, pi-pi-pi-pi…
Sonó
el puto despertador así sin más. Sin previo aviso. Te la creas o no esa es la
razón por la que llego 2 horas tarde al tajo, jefe. Ya sé que me tienes dicho que olvide esa
mierda de ser actor, pero a veces me persigue en sueños...
-No me mires así hombre, no volverá a suceder… Por cierto, Susana me ha
dicho que los niños quieren ir de excursión con los abuelos. ¿A las siete te
viene bien, suegro? Así Susi y yo aprovecharemos para darnos unos arrumacos.
¿Ya me entiendes, no?
-¿Suegro, por qué estás tan rojo?
Postdata: La vida es sueño, y los sueños, sueños son.